“RECORDANDO A MAIRENA”
ANTONIO ORTEGA, Cantaor de Mairena del Alcor (Sevilla)
Premio Nacional Concurso de Córdoba 2007
Nacido en 1976, el cantaor mairenero Antonio Ortega Jiménez se da a conocer con 12 años cantando por saetas en la peña Torres Macarena de Sevilla. Es a partir de 1999 que decide comenzar su carrera profesional cosechando más 80 primeros premios y distinciones. Con una ascendencia cantaora familiar de raigambre mantiene una base mairenista desde la que ha ido creciendo hacia otros espacios estéticos buscando su personalidad, pero sin salirse de lo jondo.
En 2002 su participación en la bienal de Sevilla y su paso por el Festival de la Unión le abre las puertas de los mejores festivales llegando a compartir cartel con los mejores cantaores de la edad de oro del flamenco. Obtiene el Premio Silla de oro de Leganés (2005), Premio Nacional de Córdoba Antonio Mairena (2007) y el Madroño Flamenco de Montellano.
En 2020 sale a la luz su primer trabajo discográfico llamado (Calle del Arco) y desde 2021 y dirige la escuela de saetas Paco Moya de Carmona.
MANUEL CÁSTULO, Cantaor de Mairena del Alcor (Sevilla)
Premio Nacional Concurso de Córdoba 2013
Cantaor sobrio, pausado y poco dado a efectismos que conserva la pureza heredada del pueblo que lo vio nacer. Su cante no es fácil, es profundo, lento, doloroso y son esas características las que lo hacen grande y especialmente satisfactorio. Pertenece a una familia en la que se vive y se habla de cante, grandes aficionados y seguidores del maestro Antonio Mairena, al que venera y a quien debe su afición.
Comienza a participar en concursos en 1991 pero decide dejarlo en 1993 al sentir que no está en el camino correcto. Es a partir de 1996 cuando con renovadas fuerzas saca el cante que tiene dentro y comienza a cosechar triunfos llegando a su culmen al ganar el Premio Nacional de Córdoba, que lo catapultará al nivel de los cantaores consagrados.
De él se ha dicho:” Escuchar a Manuel en las distancias cortas es toda una experiencia. Mientras el guitarrista Antonio Carrión realiza un alzapúa memorable en la introducción de la soleá, el rictus de Manuel se vuelve hierático, de una seriedad escalofriante. Y es entonces cuando abre sus ojos pequeños y cálidos, buscando el espejo de las primeras filas, para despanzurrar el saco de los sentimientos y repartirlos con sus brazos completamente abiertos, a manos llenas, el pecho llenito de amor y de facultades”